jueves, 22 de octubre de 2009

¿Quién es?

¿Quién es ese otro?


“Usted no se parece a mí,

es otro y tan otro que no me siento tranquilo en su presencia”

Georg Brandes


-El cosmos, pues, es una red nosótrica.

Carlos Lenkerdorf


Dos formas de ver ubicadas en dos dimensiones totalmente distintas de nuestro ser, con implicaciones existenciales y civilizatorias igualmente distantes.

No es fácil acostumbrarse a observar las cosas desde otras formas de pensar y de sentir, porque a fin de cuentas corresponden a otras formas de vivir en el mundo. ¿Realmente existen? ¿Son importantes? ¿Cómo para qué? ¿Qué no tengo bastante con mis propias ansiedades, angustias y frustraciones, como para estarme preocupando por las de otros?

La forma en que cultivamos socialmente nuestra mente en la actualidad moderna, en ocasiones no facilita darnos la oportunidad de ampliar la mirada y/o reconocernos en la mira del otro y mucho menos palpitar desde su corazón. Digamos que nuestro yo –tan pequeño y egocéntrico que se cultiva en la modernidad– se da cuenta que está ubicado en un espacio mayor que es la mente, sólo que se confunde y se cree que él es la mente, la abarca, al no percibir que hay algo más, la secuestra aterrado de saberse descubierto en tal invasión de un espacio tan vasto y de polidimensionalidad insospechada. La verdad es que, con sus propias limitaciones, tampoco sabe que hacer con ello pero lo posee y eso ya le da un sentido de poder, por muy mezquino que eso pueda ser. En nuestro vertiginoso mundo moderno suficiente tenemos con pensar desde nuestro yo fragmentado y mutilado el mundo que podemos manipular con cierto sentido de seguridad y confianza y que al mismo tiempo nos resulta angustiante o enajenante -sobre todo si nos detenemos a pensarlo-.

No nos es fácil, sobre todo cuando siempre existe una relación directa entre nuestro índice de curiosidad –y de autocuestionamiento- vs. el cociente de conciencia y de confort. Es decir, es lógico y normal que no consideremos necesario cuestionar algo que desde nuestra perspectiva no existe, por el sólo echo de que no nos representa ningún sentido cuestionarlo como tal. Si a eso se le agrega el buffer[1] sicosocial de la legitimación ideológica de la propiedad y del tener que se presenta no como ideología -por supuesto- sino como sentido común práctico. “Aquí y ahora la retórica de los señores del dinero y de sus difusores en los medios sosteniendo que el actual sistema, el que les favorece, es el mejor posible y que cualquier protesta o movilización atenta contra el orden natural”, comenta ayer por Victor Flores Olea en La Jornada ( ¿País con futuro? Inversión educativa, 17 de agosto de 2009). Y por último, si se agrega el miedo a la conciencia del individuo como un factor introyectado socialmente y cuidadosamente cultivado desde las estructuras del poder como violencia legítima.

¿Cómo poder observar algo mas y desde algún otro punto que no sea desde el cual operamos cómodamente -aún con dolor adormecedor-? ¿Cómo hacerlo si se carece de un sentido más incluyente de nuestro ser? Si desconocemos vivencialmente el sentido nosótrico de la existencia, del cual hemos sido expulsados. ¿Existe? ¿Sirve para algo?

Pensar que como clase media urbana (aún la media baja y también incluida la poca que aún tiene posibilidades de tener una formación profesional) nos representa algún sentido la huella ecológica[2] local o la personal, no es fácil de concebirlo. Después de todo en esa huella nacimos, de la misma manera que los norteamericanos nacieron con la suya, que nos puede parecer disparatada y a ellos natural. Si acaso la diferencia es que ellos también cuentan con la fortalecida vocación de ampliarla cada vez mas, ¿por qué no? De echo, es factible de apreciarlo... He aquí unos datos del 2003 al 2008:


LA OTRA MIRADA.

En tanto que concreción individual brillante de la conciencia humana, hace más de un siglo un poeta –maldito- francés se dio cuenta en un destello y dijo: Je est un autre. Y el jovecito Rimbaud fue genial como mente humana occidental profunda en ese momento, sobre todo cuando Europa, es decir, la mentalidad occidental en la que el mismo jovencito estaba inmerso, era incapaz de concebir a otro que no fuese ella misma.

Tal vez por ello llamó a su obra mayor: Una temporada en el Infierno, como una forma eufemística de nombrar, desde la perspectiva acerada del poeta, su presente civilizatorio soberbio y hegemonista; a tal grado que cualquier otro sólo era visto para ser aniquilado o “convertido” o civilizado y en cualquier caso despojado y explotado sistemáticamente.

Aún más, medio siglo después, cuando Europa quiso ver al otro en si misma sólo lo vio con y en el radicalismo aristocrático de Nietzsche quien, lo mismo que los románticos, empeña su lanza contra la somnolencia de la moral convencional […] se siente impulsado también por la aspiración romántica de lo salvaje, a lo monstruoso […] no va en la dirección de la gran quietud, sino que se dirige a la aventura…” dice Georg Brandes de Nietzsche en un ensayo posmortem (1900); en una Europa que prepara, años antes, sus armas para el sacrificio más cruento de la historia.


Georg Brandes



Un Nietzsche cuya lucidez se extravía en la noche de su propio desorden interior y llega a creer que pronto “el mundo se estremecerá convulsionado ante la gran debacle de la que soy factótum”, después de haberse definido a sí mismo como vir oscurissimus, como “bestia valiente” que navega a contracorriente, ignorado justamente porque intenta no sólo comprender, con pasión y angustia, una cultura enferma, decadente y, sin embargo, segura de sí misma, del progreso que representa.”

“Progreso falso, pues, dice Brandes, para él, “la magnitud de un progreso se mide por la importancia de los sacrificios que exige. Una higiene que mantiene vivos a millones de seres débiles e inútiles que hubieron debido morir, no es un progreso verdadero”. “Usted no se parece a mí, es otro y tan otro que no me siento tranquilo en su presencia”, le dice en una de sus cartas a Nietzsche.[3]

¿QUIÉN ES ESO OTRO QUE SOY YO?


Ese otro sólo visto para su negación fue el resto del mundo en lo subsecuente, como lo había sido desde tres siglos atrás. Mirar al otro de esa forma es algo que heredamos en nuestra historia burocrática de criollismo aristocrático y mestizaje autoritario y corrupto en América Latina. Está presente en nosotros. La gran paradoja es que ese otro tal vez era parte de nosotros mismos o, en realidad, siempre hemos sido parte de él. Pero ¿quién es?

Tal vez ahora estemos en condiciones repreguntarnos de otra forma la cuestión latente e inquietante: ¿Quién es eso otro que soy yo? Desde donde emerge la conciencia de ese otro que l’infant terrible francés observó con tan enigmática agudeza. Desde hace algunos años me he preguntado, tal vez pecando de esperanza -si es posible pecar de ello-[4]. ¿Puede emerger, por fin, ya desde la humanidad misma en su conjunto? ¿Lo podremos hacer algún día con un sentido nosótrico?...


Carlos Lenkerdorf


O, más aún, ¿desde la Vida y desde el planeta vivo?

Se podría pensarlo de esta manera: Si hace 3,500 millones de años les hubiéramos preguntado a las bacterias, que estaban enfrascadas en su ejercicio obsesivo y promiscuo de simbiogénesis[5] y posteriormente de endosimbiogénesis seriada, el sentido de su esfuerzo en función de la emergencia de la conciencia en algún momento después.


Pienso que no habrían sabido que contestar, ni siquiera se habrían detenido un instante a considerar la pregunta, sino como anomalía del medio –en realidad no habría manera de preguntarles, estarás de acuerdo–. ¡Sólo hacían lo que hacían de la mejor manera que podían!, sin tener mayor opción de comprender lo que de ello pudiese devenir. Ni siquiera eran concientes de que creaban un planeta vivo mediante sistemas cada vez más complejos y neguentrópicos[6].




Es decir, esas bacterias al mismo tiempo eran precursoras de linajes y arquitectas de estas dos nuevas dimensiones de complejidad de la vida misma: El Planeta vivo -simbiótico-: Gaia y, tiempo después, la emergencia de la conciencia. Bien pensado, a fin de cuentas, no somos más que el mismo linaje de aquellas bacterias con obsesiones simbiogenésicas que se han dado la maña para llegar a ser lo que somos nosotros, al mismo tiempo que son un maravilloso reino de diversidad de vida y también siguen siendo bacterias anaerobias en las charcas lodosas y/o termales y un planeta vivo a la vez. Un ser multiforme de múltiples posibilidades de expresión e interacción compleja. Es curioso e inevitable que, al final de este planeta, tal vez los únicos seres que vivan para presenciarlo sean ellas mismas –las bacterias irreflexivas– de nuevo como en el principio y una vez desmantelada la complejidad imposible de resistir a un ambiente tan caótico. ¿Y si ese ser fuera quien preguntara a través de nosotros? ¿Qué podríamos responder? ¿Con que cara responderíamos?

Lo puedes descargar en pdf de: Planeta Simbiótico. Lynn Margulis.


A veces pienso que nuestras mentes son así. Sólo hacen lo que pueden y dan para que vivamos como podamos con la construcción que con esa misma mente podemos construir –incluidas todas nuestras fantasías–. Y mediante ello se han creado las culturas en su diversidad maravillosa y las civilizaciones. Mentes que emergen a la vida como individuos desde una matriz biológica de amor –Maturana– y empatía innegablemente en cada ocasión, en cada nuevo ser humano, pero que socialmente es igualmente eficaz y capaz de aprender la agresión desde la matriz cultural hegemónica patriarcal/matriarcal, que termina interfiriendo brutalmente sobre el proceso maravilloso que sucede en cada ocasión en cada nuevo niño o niña y prácticamente desmantela áreas fundamentales de ese potencial inscrito y co-creado en la condición del ser biológico del ser humano y su mente.

Como humanidad, lo que hemos hecho lo hicimos a una velocidad vertiginosa sin darnos cuenta de que el potencial de la mente tal vez da para algo mas tan insospechado y maravilloso; como en su momento lo fue la vida y la conciencia misma. Es sólo que eso otro no lo podemos ver como las bacterias no lo pudieron ver. Pienso que esa pregunta de ¿quién es ese otro que soy yo? apunta hacia ello de manera latente desde nosotros. Me encanta que no nos deje en paz, aunque la falta de costumbre en ello nos angustie y con ello la neguemos y la refundamos en la oscuridad de nuestro ser. No sabemos que ese es un buen lugar para permanecer, no para que desaparezca.

La diferencia entre esas bacterias irreflexivas y nosotros es que independientemente de su vida errática y azarosa, intrínsecamente el sentido de su devenir estaba inscrito dentro de la fuerza evolutiva neguentrópica que las impulsaba con el recurso de la autopoiesis[7] y de seleccionar.






Tan es así que la simbiosis dio pie a la endosimbigénesis y con ella a las células eucariotas –nucleares que a su vez dieron pie a los organismos multicelulares hace casi 600 millones de años en el Precámbrico y a los ecosistemas complejos acuáticos y terrestres simbióticos en donde la vida había logrado la titánica tarea de la reconversión atmosférica y la capacidad de autoregulación térmico-atmosférica del planeta.


Mucho después, hace unos 180 millones de años con la aparición de los primeros mamíferos en el Triásico, a partir de los sinápsidos -reptiles mamiferoides-, se inaugura una nueva estrategia evolutiva, en un nuevo plano neguentrópico, fincada en la biología del amor para potenciar a su vez la biología del conocimiento. Al principio también de manera errática y marginal.



¿NUEVO NIVEL NEGUENTROPÍA DE ALTA INESTABILIDAD?

Mientras que la emergencia de la conciencia –en tanto que nueva etapa evolutiva de la materia– con la azarosa y lenta evolución del género Homo, que apareció hace 2.5 millones de años y que incluye por lo menos al: H. habilis, H. ergaster, H. erectus, H. heilderbergensis, H. neanderthalensis y hace unos 200.000 años con la aparición del Homo sapiens ha agregado el poder de la imaginación al proceso.



"El curso que sigue la historia no es el de las oportunidades materiales, no es el de los recursos, ni es el de la tecnología, sino que es el de los deseos, las emociones, lo que se quiere. Algo es un recurso, una oportunidad, en tanto lo quiero; algo me es necesario en tanto lo deseo. Estamos donde estamos, con las dificultades que tenemos y con las oportunidades que se nos abren según los deseos que estamos viviendo. Porque nuestro presente es el presente de la historia de los deseos", dice Maturana, donde lo que verdaderamente importa como el medio ambiente y el respeto a los demás se convierten en problemas éticos.


Paradójicamente con ello también ha agregado la opción de negar la conciencia por torpeza de autoenajenación -autosecuestro-. Es como si después de tanto andar el ser humano por el mundo hubiese terminado autohipnotizado por la imagen que él mismo ha creado de sí, en relaciones y formas de organización, en leguaje y símbolos, perdiéndose seducido en una imagen reducida de su yo inmediato y utilitario, que se sintetiza en la larga serie de centrismos culturales e ideológico-políticos que niegan al otro ­–o lo otro–: antropo, andro, euro y occidentalo, helio, teo, etc.. Interrumpiendo con ello –civilizatoriamente– la frecuencia vibratoria fractal –neguentrópica– de su mente hacia algo mas allá de sí.

Para nuestro asombro esta posibilidad abierta por la conciencia frente a este nuevo nivel de complejidad y plasticidad de la materia tiene connotaciones entrópicas devastadoras en la sociedad contemporánea. De tal forma que sería un milagro que desde ahí emergiera la pregunta. Pero, tal vez...


¿O es el universo total quien pregunta? Lo cual daría para otra serie de reflexiones en otro momento, que nos podrían llevar hacia la mente holográfica y las fuerzas subyacentes del mismo universo. Al respecto sólo menciono lo dicho por el cosmolog británico Martin Rees: “Las cosas mas compleja que tenemos conocimiento en el universo somos nosotros mismos. En particular nuestros cerebros. Lo que es más increíble, es el hecho que los átomos se hayan agrupado en entidades que de alguna manera son capaces de repercutir sobre sus orígenes.”

De cualquier manera y sea quien sea, creo que ese otro que se pregunta a través de algún nosotros y amenaza con hacernos la pregunta en cada uno de nosotros desde nuestro oscuro inconciente, se sabe algo más que los rudimentos operativos delimitados por nuestro pellejo y cráneo individual.

¿Desde donde pensamos lo que somos? ¿Desde donde reflexionamos para saber que algo nos duele y decidir a cambiarlo o para seguir adormecidos en un dolor continuo y aletargante de la conciencia?

De la pauta de respuesta que demos a este tipo de cuestionamientos será como estaremos parándonos frente a los inéditos acontecimientos que se nos avecinan en el mundo.

También estaremos contestando indirectamente ¿Qué sentido tiene que la larga evolución del universo haya desplegado todo su poder negentrópico –pese a su propia y poderosa inercia entrópica– para desplegar grados cada vez más complejos y maravillosos de materia, de vida y de cultura-conciencia?


Acerca de la negentropía en la cultura será bueno comentar algo en la próxima. Vale.


Francisco Hernández Zamora.

Grupo ConVocArte.

12-10-2009



[1] Un buffer en términos químicos, es un sistema constituido –o sustancia- que tiene capacidad de oponerse a grandes cambios de pH (en un margen concreto) en una disolución acuosa.

[2] La huella ecológica es un indicador agregado definido como «el área de territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesaria para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población dada con un modo de vida específico de forma indefinida».

[3] Georg Brandes. Nietzsche. Un ensayo sobre el radicalismo aristocrático. Editorial Sexto Piso.

[4] Al respecto, el filósofo Cornel West dice: “«No soy optimista, pero soy un prisionero de la esperanza». - Desde luego, uno no puede ser optimista, porque el optimismo se basa en la evidencia, y la evidencia ya la vemos... La esperanza es otra cosa. La esperanza es un movimiento, una corriente, la puerta abierta a nuevas posibilidades. La esperanza corre pareja al amor y a la justicia. Y la justicia no es para mí un concepto abstracto, sino un fuego que llevas en los huesos. Si no lo llevas, te acabas acomodando a la injusticia. Pero si te quema por dentro, si tienes amor por la gente oprimida y pobre, tienes que hacer necesariamente algo por ella.”

[5] La simbiosis estable a largo plazo que desemboca en cambio evolutivo recibe el nombre de "simbiogénesis". Estas asociaciones, verdaderas fusiones biológicas que se inician en forma de simbiosis, constituyen el motor de la evolución de las especies. Margulis, Lynn; Dorion Sagan, Captando Genomas. Una teoría sobre el origen de las especies. 2003. Pg. 37. Barcelona: Editorial Kairós.

[6] Mientras que el segundo principio –de la termodinámica- nos habla de entropía siempre creciente, es decir, de la tendencia de la materia al desorden molecular y a la desorganización, la vida representa, por el contrario, una tendencia a la organización, a la complejidad creciente, es decir, a la neguentropía. Morin, Edgar (2000), El paradigma perdido, Kairóz, Barcelona, España, p. 26

[7]La autopoiesis (del griego αυτο-, auto, "sí mismo", y ποιησις, poiesis, "creación" o "producción"), es un neologismo propuesto en 1971 por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela para designar la organización de los sistemas vivos. Una descripción breve sería decir que la autopoiesis es la condición de existencia de los seres vivos en la continua producción de si mismos. Según Maturana y Varela son autopoiéticos los sistemas que presentan una red de procesos u operaciones (que lo define como tal y lo hace distinguible de los demás sistemas), y que pueden crear o destruir elementos del mismo sistema, como respuesta a las perturbaciones del medio. Aunque el sistema cambie estructuralmente, dicha red permanece invariante durante toda su existencia, manteniendo la identidad de este. Los seres vivos son sistemas autopoiéticos y que están vivos sólo mientras están en autopoiesis (biología del fenómeno social p5)